3. LA DIFUSION CIENTIFICA Y LA DIVULGACION DE LOS HALLAZGOS

El estrato social más bajo permanecía al margen (las estadísticas estiman que durante el siglo XIX, el 70 % de los españoles eran analfabetos) pero el localismo podía arrastrar a los arrebatos más fervientes y masivos como el suscitado por la Dama de Elche, exhibida en un balcón y proclamada " Reina Mora".

Como contrapunto, el Museo Arqueológico Nacional, fiel al criterio educativo del museo, intenta crear un clima de interés cultural por medio de la exhibición de sus fondos. El lote del Cerro de los Santos será expuesto en el Casino de la Reina (Gabinete de Yecla) desde la inauguración (1871); desde 1895, en la sede actual, esculturas y bronce ibéricos, ocuparán un lugar de honor en la Sala de Protohistoria, salvando las polémicas de catalogación (posiblemente por iniciativa de Mélida). La edición y difusión de un magno catálogo del Museo (1882), en el que se recogen los exvotos de bronce y las esculturas de piedra del Cerro de los Santos, así como la organización de conferencias, entran en esta línea de acercamiento al público.

Para la proyección internacional de los hallazgos se utiliza un doble cauce: la presencia en las Exposiciones Universales de Viena y París y la especial atención en las visitas de personajes extranjeros, sea por mera coyunta (Emperador del Brasil, embajador inglés...) o por invitación expresa para valorar "in situ" los hallazgos (Hübner y Heuzey entre otros).

Con evidente cometido de cauce científico han de considerarse los artículos en revistas especializadas o en medios dirigidos a los círculos culturales más en boga. En cualquier caso la bibliografía española, salvo Mélida, puede calificarse de mediocre y apenas rebasa el ámbito nacional (a excepción de F. Riaño: "Antiquities of Yecla" The Atheneum Journal of Literature, Science and Fine Arts, Londres, 1872, y P. Serrano sobre el LLano de La Consolación en Bulletin Hispanique).

El mayor brillo científico corre a cargo de investigadores extranjeros. Dejando a un lado anecdóticas comentarios como los del profesor húngaro, E. Henszlmann y las semejanzas con esculturas rusas, la cota de mayor nivel científico y mejores criterios en cuanto se refiere a la escultura de piedra la alcanzan los investigadores franceses en los que calaron hondamente los hallazgo del Cerro de los Santos y sobre todo el descubrimiento de Elche ( añádase a lo anterior, entre otros, Cartailhac, 1886, sobre el Cerro, y Lalo, 1897; Jamot, 1898; Reinach, 1899 y Jullian, 1903 sobre el busto de Elche) .

Abolida la censura, a partir de la revolución liberal de 1868 se puso de moda en España, favorecida por la libertada de Asociaciones, la difusión y divulgación cultural, plasmada en revistas, semanarios y periódicos, abiertos a discusión y polémica de los intelectuales de la clase media. En estos cauces, sin alcanzar la virulencia desatada por la obra de Darwin y la postura de los recién estrenados prehistoriadores españoles, confluye un cúmulo ingente de escritores y artículos de dispar valor, susceptibles de encasillar en tres categorías:

a) los intelectuales preocupados por la difusión de los hallazgos y la defensa de sus teorías. En este caso son legión, a la cabeza de los cuales están los arqueólogos profesionales o los simples humanistas como el Padre Lasalde que con un afán adoctrinador sobre la historia difunde infatigablemente los hallazgos del Cerro en publicaciones tan diversas como La Ilustración de Madrid, El Liceo, El Semanario Murciano, La Ciencia Cristiana y muy especialmente Revista Calasancia. En este apartado se encasilla buena parte de la labor periodística de Ibarra y de escritores tan dispares como F. Dánvila y Collado con una serie de artículos sobre el Cerro de los Santos en El Tiempo (Madrid,1874), a veces con cabeceras tan sugestivas como "El Tesoro de Montealegre. Apuntes sobre la Antigüedad del Cerro de los Santos" (Las Provincias, 1874) o tratando explícitamente el tema religioso, caso de Salvador Sampere ("Contribución al estudio de la religión ibérica", Revista de Ciencias Históricas I, Gerona, 1880) y Joaquín Costa y Martínez con el título "subrrealista" de "Paraiso y Purgatorio de las almas según los iberos" (Bol. de la Inst. Libre de Enseñanza, XII, Madrid, 1881) o el más ajustado a las tendencias actuales en "Antigüedades ibéricas, tribus, ciudades y aldeas" (El Archivo, VI, Valencia, 1892).

b) los cronistas locales cuyo sentimiento patriótico llena de erudición semanarios de alcance nacional o provincial. Los hallazgos del Cerro son recogidos tempranamente (1865) por Jiménez Rubio, Cronista de Yecla, aunque en este apartado de difusión local Ibarra se lleva la palma.
c) escritores en general que incorporan las novedades a la más variada literatura: los aspectos etnológicos son tratados por F. Aznar en Indumentaria española. Documentos para su estudio desde la época visigoda hasta nuestros días (Madrid, 1878) y F. Dánvila en el libro Trajes y armas de los españoles desde los tiempos prehistoricos hasta los primeros años del siglo XIX (Madrid, 1877). El eminente escritor y filósofo Marcelino Menéndez Pelayo dedica uno de sus capítulos al Cerro de los Santos en el vol. I de la Historia de los Heterodoxos Españoles (1880) y el filósofo anticlerical, José Martínez Ruiz, Azorín, periodista y ante todo escritor vinculado familiarmente a Yecla y alumno del Padre Lasalde refleja en las estampas de La voluntad (1902) y Confesiones de un pequeño filósofo (1904) las vivencias sobre Yecla, impregnadas de la mella anímica que en el espíritu sensible de un adolescente causaron las viejas estatuas y las tierras que conocieron la gloria de una antigua civilización desconocida.

Pero el auténtico valor está en la incorporación de los nuevos hallazgos a las síntesis histórico/artísticas: Rodrigo Amador de los Ríos publica en 1889 los Catálogos Provinciales de Murcia y Albacete (serie España, sus monumentos y su arte. Su naturaleza y su historia). Rada junto a Vilanova es autor de la obra" Geología y Protohistoria Ibérica" (Historia General de España bajo la dirección de D. Antonio Cánovas, vol I, 1890) y Mélida pergeña un estado de la cuestión en "La arqueología ibérica e hispano-romana en 1896" (RABM,I, 1, 1897). A ellas hay que unir las síntesis ya citadas de Hübner y Paris además de las reseñas o recopilaciones por autores extranjeros tales como Siret (1908), Philipon (1909), Dechelette (1909) y Reinach (1910).

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